Algunos de los lectores que lleven en su árbol familiar algún hermano entenderá que razones no tan desconocidas los padres tienden a juntar a los hermanos y echarlos en un mismo hábitat hasta desarrollar una simbiosis armónica... Que siempre irrumpe en una poderosa necesidad de independencia e individualidad...
Pensándolo bien: ¡Qué incómodo! Vivir bajo el mismo techo es una cosa, pero dormir en el mismo cuarto, compartir tus juguetes, tus juegos, tu imaginación, tus aspiraciones, tus descubrimientos, tus experimentos... Al diablo con la intimidad yo sólo quiero espacio personal. Yo compartí hasta los calcetines.
Verán lo curioso de una camada impar, una tercia con probabilidad en únicamente dos géneros... Fácil y sencillo una por un lado y otros dos por otro. Ni porque se construyeron más habitaciones! Yo entiendo que los padres tienen esa necesidad de zafarse de sus obligaciones como padres no porque quieren que sus polluelos vuelen sino porque también tienen una vida. Pero dejar ese ecosistema por tanto tiempo es inestable... Es más cuando existía alguna riña era incómodo estar en el mismo sitio que tu contraparte.
Creo que esa es la razón principal por la que salí de casa, como ya dije: Era una necesidad.
Si bien tampoco me adapte muy bien a los nuevos habitats porque nunca tuve necesidad de convivir con la raza humana... Siempre viví encerrado como ermitaño y pocas salí a explorar el mundo exterior. Miles de factores para volverme un maldito misántropo.
Salir de ahí fue quizás el mayor reto de todos los que me he propuesto. (Y los que faltan !)
Una curiosa, bonita y tal vez incómoda sensación de libertad se apodera de uno cuando por fin logra salir. Pero al mismo tiempo siempre quedan una importante cantidad de recuerdos que te hacen sentir un tanto vacío... No porque sea algo malo... Son las costumbres lo que te pega. La zona de confort compuesta por lo cómodo y lo conocido.
Cuando no es ni cómodo ni conocido entonces estás en problemas.
Y bueno, la historia continuará...
Pero para los que se lo pregunten: Si, fueron repartidos equitativamente para dos partes del mundo y nunca más volvieron a mezclarse.
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