A que parte pertenecemos los sobrevivientes de esta aventura... Es cierto, no sabemos si tenemos a donde ir... Si seguimos navegando o tan sólo volvemos a nuestras raices a donde conocemos. Podemos dejar la loca idea de surcar los siete mares, de pasar tormentas torrenciales y de quedarnos sin comida y sin bebida varios días con tal de seguir avanzando. Siempre con la oportunidad de volver a tierra firme, al menos la tierra que conocemos. Pues más allá de los mares... no conocemos otras islas.
Partimos como locos y frios marineros, buscando la aventura, los tesoros... Y los días de venus volvemos a nuestros cálidos hogares, temerosos y llenos de dudas. Pues a pesar de que nuestros recorridos son en nuevos mares el tiempo viene con nosotros pero al mismo tiempo se queda en casa. Y que el tiempo viva significa que tanto el mar como la tierra están en constante movimiento... Nuestra antigua vida sobre corceles, viajando entre los bosques y llanuras de nuestros territorios... Ha quedado atrás. Nuestros compatriotas han decidido seguir explorando lo ya explorado y sólo cambiar el punto de vista... expander los terrenos y poco a poco cultivar sus vidas.
Nosotros en cambio, llevamos nuestras semillas sobre corsarios de madera iendo de un lado a otro, buscando las tierras correctas... Hemos visto pocas islas, de difusos terrenos, tal vez áridos y rocosos... Pero no nos aventuramos a ver más allá por las leyendas que se cuentan y porque ningún otro navegante ha llegado más lejos... tememos naufragar. El temor crece al saber que ni las brújulas nos indicarán cómo llegar más lejos, sólo el regreso. Mientras que nuestros mapas son sólo caminos terrestres. Somos nosotros quienes han escrito los nuevos mares y las nuevas corrientes.
Pero eso no es todo, la civilización continúa aún cuando no estamos ahí... Se modernizan, se cultivan... Conocen nuevas culturas, se mezclan entre sí... Para cuando nosotros estamos de vuelta con tesoros y piedras... Ellos tienen sus frutos y sus historias. Las nuestras, quedan en el mar. Preevolucionamos a ser nómadas... de un lado a otro, sin establecernos. Y sin darnos cuenta... En verdad hemos nuafragado, al menos en nuestras costumbres y tradiciones... ¿Quiénes somos realmente y por qué tememos tanto a dejar nuestra casa? Es por lo que en parte nos convertimso en amantes del mar, queríamos dejar atrás la monotonía de nuestra tierra y ahora es que nos damos cuenta que en realidad... No queremos dejar nuestra forma de ser... Nos gustaba como estaban las cosas y no tuvimos la oportunidad de apreciarlo todo como tal.
Si bien en estas aguas he aprendido muchas cosas... No se bien a dónde terminaré, sólo se que seguiré avanzando hasta encontrar nuevas tierras, un lugar digno de nuestras semillas... Queremos que florezcan a lo grande, dónde la tierra sea fertil, un lugar en el que el clima sea favorable y sobretodo que tengan su debido cuidado. Eso es difícil, pues algo que nos falta a todos es la confianza hacia lo externo y lo desconocido. Muy fácilmente podemos construir una casa con los materiales adecuados en un terreno que ya sabemos que funcionará. Pero trata de construir un barco y sin saber lo que te puedas encontrar... Eso es más emocionante, pues terminarás destrozado en algún momento.
La lección... Fingiremos que sabemos a dónde vamos para tener a donde ir y confiaremos en que nuestra gente no nos olvidará, de esa manera siempre tendremos un lugar a donde volver, a donde traer el triunfo del devenir... Es difícil, pues no depende de nosotros... sino de quienes hemos confiado el recuerdo de nuestra existencia... Serán ellos quienes nos demostrarán que no destruiran nuestras casas ni venderán nuestros terrenos... Por eso dudamos, pues la responsabilidad de esto ya no queda en nuestras manos... Nosotros ya les hemos dejado una semilla a cada uno, que la planten en el terreno que hemos dejado, que la cuiden como si les importara y que se apiaden de nuestras almas mientras no estamos en casa, que se acuerden de nosotros y que vivamos en tierra.... Aunque a veces estemos en el mar....
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